viernes, 8 de mayo de 2009

¿Sueño o realidad?: El caso de los perros y Descartes

¿Quién no ha corrido en sueños?

René Descartes aplicaba con el máximo rigor posible el método de la duda a todos los que hasta ahora se hubieran considerado como principios del conocimiento, para ver si en alguno de ellos era posible alcanzar alguna certeza indubitable a partir de la cual poder levantar o re-construir el edificio del saber, pero esta vez sobre bases firmes. Alcanzar tal verdad era la única fórmula para poder superar con éxito la tesis de que no hay tal verdad (relativismo) o que no la podemos conocer (escepticismo). Como una de las presuntas fuentes o principios del conocimiento podría ser la información que a los seres humanos nos llega a través de nuestros sentidos, Descartes somete tal principio a una duda metódica tan radical que exige apartar todo aquello que contenga alguna ocasión de ser puesto en duda. Esa certeza que persigue Descartes no puede contener ni la más mínima sombra de duda. Pues bien,  Descartes considera que hay varias ocasiones en las que podemos dudar de si esa información, que nos parece que llega fielmente desde el exterior a nuestra razón por medio de nuestros sentidos, se corresponde ciertamente a alguna cosa real externa a nosotros. Una de esas ocasiones para la duda es, según Descartes, el hecho de que algunas veces nos pasa que creemos con gran fuerza que lo que contemplamos mediante los sentidos es absolutamente real, pero de pronto despertamos para darnos cuenta de que era un sueño. Por lo tanto, ¿puede usted estar absolutamente seguro de que ahora que lee esta reflexión filosófico-cartesiana no está usted sumido en un profundo sueño, no menos filosófico, creyendo que efectivamente la está leyendo? ¿No le ha pasado alguna vez, como al perro, que creyó vivir la realidad cuando era un sueño? Si alguna vez le ha pasado, cosa que le habrá sucedido tanto si usted es un humano como si el lector fuera un can, entonces esa información, por haber merecido alguna ocasión para la duda, no contiene la evidencia que buscamos.  Si la información que nos llega a través de los sentidos puede en alguna ocasión merecer la duda, Descartes prefiere no recurrir a ella para constituirla como el fundamento del conocimiento. Habrá que buscar otro camino.

 

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